jueves, 6 de junio de 2013

Marco Aurelio Denegri: Observación equivocada de Hemingway

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El célebre escritor norteamericano Ernest Hemingway (1899-1961), Premio Nobel de Literatura en 1954, publicó en 1952 un libro titulado El Viejo y el Mar...

El 2 de julio de 1961, en su casa de Ketchun, Idaho, cuando apenas le faltaban 19 días para cumplir 62 años, Hemingway se puso la escopeta de dos cañones en la frente y apretó el gatillo. No fue una derrota, porque como él mismo decía: “Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.”
Por Marco Aurelio Denegri.
El célebre escritor norteamericano Ernest Hemingway (1899-1961), Premio Nobel de Literatura en 1954, publicó en 1952 un libro titulado El Viejo y el Mar. En la página 10 de la versión española de esta obra se lee lo siguiente:
“Todo en él [en el viejo pescador] era viejo, salvo sus ojos; y éstos tenían el mismo color del mar y eran alegres e invictos.” (Ernest Hemingway, El Viejo y el Mar. Cuarta edición. Buenos Aires, Editorial Guillermo Kraft, 1955.)
La vejez de los ojos, como la del cuello y la de las manos, es inconfundible. Si una mujer de cincuenta años, por ejemplo, nos dijese que tiene treinta y ocho o cuarenta, entonces bastaría verle los ojos, el cuello y las manos (en ese orden) para saber que miente.
 
Los viejos con ojos jóvenes, o con cuello joven, o con manos jóvenes, no existen. Hemingway se equivocó. Y la equivocación es de tal evidencia que no necesita pruebas; o lo que lo mismo, la equivocación es flagrante.
 
“El examen de ojo –manifiesta Guilly– es uno de los testimonios más veraces de la edad real.” (Paul Guilly, La Edad Crítica. Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1959, 30b.)
 
Respecto al sentido de la vista, se advierte en la persona senescente y con cuanto mayor razón en la senil, una disminución de los campos visuales y de la agudeza visual, e igualmente de la capacidad de adaptación a la obscuridad y de la capacidad de discriminación cromática.
 
“En el ojo que envejece –dice Carlos Vivanco–, la pérdida progresiva de grasa orbitaria ocasiona el desplazamiento del globo ocular hacia atrás y el hundimiento del ojo o enoftalmía senil. La laxitud de los párpados con relajación de la piel y herniación de la grasa en el tejido subcutáneo del párpado ocasionan una ptosis senil [ptosis o caída palpebral senil]. Las glándulas lacrimales se atrofian progresivamente. [...] El borde pupilar se hace irregular y pierde su coloración. La atrofia y rigidez del iris disminuyen el diámetro de las pupilas, las mismas que acusan lentitud en sus reacciones. [...] El cristalino pierde la elasticidad de su cápsula y la capacidad de cambiar de forma y tomar la debida convexidad para enfocar los objetos cercanos. La presión intraocular tiende a traspasar los límites máximos de la normalidad. Los vasos de la retina se esclerosan progresivamente.”
 
(Carlos Vivanco Eguiluz, Tercera Edad. Aspectos del envejecimiento humano. Lima, P.L. Villanueva, Editor, 1982, 53-54.)
 
Los ojos identifican absolutamente a su dueño. En efecto, hasta ahora no se ha hallado ni un solo ser humano que tenga un par de ojos exactamente iguales a los de otro ser humano. Antes se creía que ocurría lo mismo con las huellas dactilares, pero la ciencia ha desautorizado esa creencia, puesto que se han descubierto seres humanos distintos pero con las mismas huellas dactilares.
 
 
Fuente : La Republica , 3 de junio del 2005.

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