domingo, 30 de junio de 2013

Actitudes de los mayores ante la muerte





La persona mayor está preparada para la muerte sólo porque puede predecirse que la vida está aproximándose a su fin. Sin embargo, una adaptación emocional a un diagnóstico terminal puede ser tan difícil de aceptar como lo sería en el caso de una persona de 20 años. Muchos ancianos que viven en residencias creen que la muerte es el único futuro que les queda. Tan sólo desconocen el momento real. Las personas mayores tienden a fijarse objetivos a corto plazo, y a adoptar una filosofía de la vida que consiste en vivir el día a día. Mientras que los pacientes más jóvenes tienden a seguir realizando planes a largo plazo y a negar su pronóstico.

A muchas personas mayores les preocupa la carga que pueden representar para su familia, especialmente para el cónyuge anciano. Algunos mayores optan por ir a vivir a una residencia de ancianos, pues consideran que vivir con los hijos resulta destructivo para la familia. En cambio, los pacientes más jóvenes con enfermedades crónicas rara vez expresan su preocupación por el efecto que la enfermedad pueda tener en la familia.

Esberger (1980) ha realizado una compilación importante de lo que se ha escrito en torno a las actitudes de los ancianos ante la muerte. Esta compilación ha puesto de manifiesto que las personas mayores están más familiarizadas con la muerte, con los funerales y con los comentarios que las personas más jóvenes. También es más probable que hayan realizado preparativos con respecto a su propia muerte. Puede que incluso deseen la muerte si sus vidas adolecen de la falta de afecto y de interrelación personal. Además, los mayores se aferran con más fuerza a la tradición religiosa, y es más probable que crean en la vida después de la muerte más que las personas jóvenes. Oberst, Thomas, Goss y Ward (1989) advirtieron que los cuidadores de edad avanzada presentaban una mayor aceptación de la muerte y estaban más preparados a tratar positivamente con las exigencias que ésta les imponía.

Cualquiera que afronte la muerte experimenta algún tipo de miedo. Williams-Ziegler (1984) ha distinguido las tres causas principales de miedo: el miedo al dolor, el miedo a la soledad y el miedo al sin sentido. Algunos aspectos de estos tipos de miedo son exclusivos del paciente mayor.







Miedo al dolor


El miedo al dolor es universal. El dolor en la persona mayor es de algún modo diferente. Según Woodrow, et aL (1975), la tolerancia al dolor, medida por la presión en el tendón de Aquiles, disminuye a medida que aumenta la edad. Sin embargo, otros han advertido que a medida que las personas envejecen, su tolerancia al dolor en respuesta a los estímulos periféricos o de la piel en realidad aumenta. El dolor es subjetivo y causa temor, bien sea real o imaginado. El alivio del dolor es un objetivo primario en la asistencia de los pacientes en fase terminal. El personal de enfermería no debería asumir que los ancianos precisan siempre de menor medicación contra el dolor. Herr y Mobily (1991) advierten que los pacientes mayores pueden negar el dolor, bien porque no quieran admitir que su estado está empeorando, o porque no quieran parecer débiles ante los demás.

A medida que el paciente se aproxima a la muerte, la necesidad de narcóticos puede disminuir y podrá dormir durante largos períodos de tiempo. No se debe asumir que estos pacientes no tengan dolor sólo porque no se quejen. Pueden estar sufriendo considerablemente, pero encontrarse demasiado débiles para solicitar que se les suministre medicación. Un fallo cardiorrespiratorio puede causar una respiración lenta e irregular. Se les puede administrar narcóticos para prevenir el sufrimiento, incluso cuando exista un índice respiratorio bajo, si la muerte resulta inminente. Carey (1975) ha descubierto que el grado de desasosiego que experimenta el paciente en fase terminal se asocia negativamente con la capacidad del paciente para afrontar su esperanza limitada de vida. En otro estudio, Dobratz, et aL (1991) han demostrado que el 66 % de los sujetos tenía un dolor ascendente hasta el momento de la muerte. Este dolor exigía que se les suministrase cada vez dosis mayores de opiáceos, y se variase la vía de la administración. Por consiguiente, proporcionar el alivio necesario a los ancianos puede comportar el uso de muchas técnicas innovadoras de enfermería.






Miedo a la soledad




El miedo a la soledad se ve intensificado en el caso de los ancianos que mueren internos en una institución. Pueden demostrar este miedo en muchos aspectos. Algunos pacientes solicitan de un modo constante la atención del personal de enfermería. Aunque sean capaces de desempeñar muchas funciones por sí mismo, simplemente buscan la seguridad de saber que alguien está a su lado. Algunos pacientes expresan su soledad volviéndose

hostiles con el personal de enfermería o con la familia. Se puede ayudar a la familia explicándole esta reacción. El personal de enfermería y la familia necesitan ser comprensivos y aceptar este tipo de comportamiento hostil.

El acto de morir es una experiencia individual. Cada uno de nosotros debemos afrontarla solos. La relación con otras personas que estén sanas puede ayudar a que se disipe el miedo ante el hecho de morir. Aunque también nos recuerde todo lo que dejamos atrás. Algunas personas desean relacionarse con los demás para olvidar sus temores, mientras que otras lo evitan para reducir la angustia. Una vez más, cada persona adopta una actitud individual ante la muerte.






Miedo al sin sentido


El miedo de que la vida haya carecido de sentido se manifiesta más en las personas mayores. Si los ancianos obtienen pocos logros y consideran su vida actual improductiva, puede que rememoren continuamente experiencias del pasado que justifiquen su independencia y capacidad productiva. Los ancianos que están en el trance de morir pueden pasar muchas de sus últimas horas rememorando el pasado. Buter (1974) señaló que esta revisión de la vida responde a un deseo de reconciliar el pasado con el presente, de modo que la vida pueda seguir evolucionando y cambiando hasta el final. Indicó que este proceso mental permite al anciano adaptarse a las nuevas circunstancias de la fase final de la vida. Para la persona a punto de morir, esta revisión de la vida la ayuda a reconciliarse con los conflictos y fracasos del pasado y le otorga un sentido a su vida. Además, recordar el pasado puede proporcionar simplemente una sensación placentera. Un recuerdo agradable puede servir de tranquilizante y, a su vez, aliviar la tensión y la angustia.



Fuente:
J. Nieto Munnuera, B. Lior Esteban, D. Barcia Salorio M. del Cerno Oñate, "Miedo y ansiedad ante la muerte de ancianos" (Estudio preliminar de D.A.S. de Templer), Geriátrika, vol. 9 (3), 92, 1992, págs. 17-23.

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